Hola, ¿que tal? Y después de reciprocarle sus saludos, debo subrayar que no somos de los que nos lamentamos de lo ocurrido en abril del año 1965. Para nosotros, dichos acontecimientos son, sin duda, la epopeya politico-popular y revolucionaria más sobresalientes del siglo XX para nuestro país, la República Dominicana.

En esos acontecimientos las masas populares, por lo menos de la ciudad capital, Santo Domingo, y concitando con ello la atención de las masas populares de todo el país, dieron un ejemplo del papel insustituible que ellas pueden desempeñar como reales constructoras de la historia y del destino nacional.
Así, en esos acontecimientos quedaron escritos con rasgos imborrables el compromiso del pueblo en la lucha por sus derechos, por la libertad, por la democracia y la soberanía nacional, sin escatimar sacrificios ni esfuerzos, demostrando su disposición de enfrentar, hasta con riesgo de muerte, a las clases y círculos de explotadores y opresores que imperan en la sociedad dominicana.

Pero a la vez que en los acontecimientos de abril del año 1965 se puso de manifiesto en forma inequívoca, esa férrea voluntad de lucha de la población, por el otro lado quedó evidenciado en su totalidad que las clases explotadoras dominicanas no tienen ningún tipo de identificación con los intereses de las masas del pueblo, y que los objetivos del pueblo y de la burguesía son tan contrarios entre sí como el agua y el aceite.

La guerra civil, iniciada el 24 de abril de 1965, fue la culminación del proceso de lucha que había comenzado con la eliminación física del dictador Rafael L. Trujillo en 1961. La juventud dominicana de entonces, surgida en un clima de limitaciones políticas y el miedo impuesto por la tiranía encontró el espacio y el tiempo soñado y cumplió con su palabra de triunfar o morir en la lucha por la libertad y la democracia de la República Dominicana.

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