Guarionex Rosa
Santo Domingo
“Había una vez, recuerda Alexi, cuando la vida en Cuba era más sencilla. La gente se vestía de manera apropiada, los niños respetaban a los mayores y robar era robar”. El párrafo anterior con el cual inicia la periodista Victoria Burnett, del New York Times un artículo desde La Habana, se aplica perfectamente a la situación dominicana.
En el país antillano la violencia no llega ni por asomo a los niveles dominicanos donde los diarios están tan llenos de crímenes pasionales, feminicidios, asaltos a la autoridad, represión brutal de la Policía y delitos incomprensibles, que si se exprimieran sus páginas de sucesos destilarían sangre, pese que ninguno es sensacionalista.
En Cuba por lo menos las radioemisoras y televisoras están controladas por el gobierno y por las mismas no se pueden expresar improperios, insultos, rebuscamiento de la vida privada de la gente y noticias alarmantes sin confirmación. Todo lo contrario ocurre en medios radiales y televisores dominicanos, donde se habla como en el patio.
El régimen cubano ha estado luchando por erradicar de la radio la música arrabalera que está calando en la juventud, como la llamada dembow y otras que tienen un contenido de apreciación por el alcohol, el ocio, las bajas pasiones, la moralidad del tigueraje, y que presentan  el consumo de drogas como formas de diversión.
Aún bajo el control, las cosas están escapando de las manos a las autoridades. En adición a los malos modales y el comportamiento de la gente, para un país prácticamente sin analfabetismo, caso excepcional en América Latina, se está notando en la juventud el aprecio por nuevos valores de una cierta contracultura y una devaluación del habla.
Hace poco, el presidente de la República de Cuba, Raúl Castro, persona reconocida por su sobriedad y buenas maneras, denunció públicamente que sus conciudadanos orinan en las calles, crían cerdos en los patios y aceptan sobornos, “lo que hace que la isla ha retrocedido en cultura y civismo”.
Que tales cosas ocurran en un régimen socialista férreo ilustra lo que está pasando a nivel mundial donde las disipación, el ocio, la vida fácil y el codiciar lo ajeno retan la prédica del púlpito de las diversas religiones y hace pensar que los predicadores del buen vivir y del evangelio están perdiendo la batalla.
Desorden en RD
El desorden con el cual le ha tocado lidiar al gobierno del presidente Danilo Medina que acaba de cumplir su primer año, es de proporciones inmensas porque las libertades públicas de la República Dominicana, convertidas desde hace tiempo en libertinaje, tienen en un rincón a los ciudadanos mansos y cumplidores de la ley.
La vida en las ciudades dominicanas se ha tornado invivible. Cuando se escucha que en Jarabacoa, otrora un pueblo recatado y atemperado por su clima están ocurriendo sucesos horribles, se tiene una idea de cuán lejos ha llegado el mal comportamiento alimentado por el armamentismo y otros factores.
Las tropelías de los policías dominicanos están trascendiendo al conocimiento mundial. El caso de un asalto y robo a una pequeña comunidad de alemanes en Sosúa, Puerto Plata, donde los actuantes torturaron a los extranjeros y robaron el dinero y las prendas guardadas en una caja fuerte ha estremecido el país.
Quizás por lo extravagante y porque el delito fue cometido bajo la dirección de dos coroneles de la PN, la gente expresó alarma. Pero en realidad ahora se están cometiendo crímenes tan horrendos sobre todo contra los jóvenes, como en los peores tiempos de los doce años del doctor Balaguer. Muchos no son denunciados.
El gobierno del presidente Medina no manda a matar pero ha sido tímido en ordenar a los policías que no disparen contra los civiles, que no torturen a los detenidos y que no hagan detenciones arbitrarias como se denuncia en muchas ocasiones, para extorsionar a las víctimas y obtener ganancias.
Esa situación trágica para el prestigio interior y exterior de la RD ocurre cuando el régimen de un hombre sobrio, que no toma, no fuma, no juega al billar ni tira al póker, y está aferrado a los valores familiares aprendidos en su aldea, trata de recapturar el empeño de Bosch en 1963, para civilizar la República.
En una especie de oda del tipo que los sabios llaman anacreóntica, el notable escritor Manuel Mora Serrano hizo recientemente en su columna de Diario Libre, una descripción de cómo era la República hace sesenta años y menos cuando los campesinos se dedicaban a la siembra y para quienes “un pelo de su bigote era toda su hombría acumulada”.
Dice que el hombre del campo “se levantaba al rallar el primer rayo de luz o el canto del pitirre que es la primera ave que canta en la mañana, aunque existía y era visible solo en su hogar y en su conuco, no tenía prensa, era invisible aunque siguió existiendo: él vivía y mantenía todo un país cuando las montoneras arrebataban a los vagos y a muchos seguidores de líderes y consignas con el mismo fervor con que seguían a sus santos, ellos producían el milagro de los panes”.
La educación primero
Medina, como Bosch ha privilegiado la educación, por lo que pasado 16 de agosto participó en la entrega de sus certificados de manera simbólica, a casi 70,000 adultos. Algunos testimonios eran conmovedores. Una señora dijo que quería aprender para leer la biblia y otro para escribir frases bonitas a su pareja.
Parecería que la educación pudiera hacer el milagro de cambiar el estilo de vida y el derrotero en el cual caminan los dominicanos, atosigados por la propaganda que copa todas las áreas de la vida nacional, para que la gente beba, juegue y gaste el dinero en objetos de disipación y no en el ahorro, fuente de la riqueza.
Es malo para el país y para los que siguen las ideas de Bosch que cincuenta años después de su derrocamiento tras solamente siete meses en el poder, se estén recogiendo sus ideas, que en ese momento ni la oligarquía, ni la iglesia católica, ni sus contrarios políticos comprendieron, cegados por el canibalismo.
Hay muchos ejemplos de lo que ocurrió tras el derrocamiento. Uno de ellos fue que Bosch inauguró con gran entusiasmo la Onda Cultural de Radio Televisión Dominicana. Tras su derrocamiento fue sacada del aire y la frecuencia y varios de sus canales posteriormente pillados por empresarios del sector privado.
Los críticos del PLD dirían que ese partido perdió doce años, tres períodos de gobierno, antes de llevar a cabo las transformaciones que el presidente Medina está impulsando. A Medina se le reclama que corte la corrupción que ha echado raíces en el país y que sugiere una atracción para ldesignados en cargos públicos.

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